En las luchas y problemas, siempre tenemos dos opciones: confiar en el Señor Dios o rendirnos al temor. Lo que hará la diferencia es cuál de estas opciones elijamos. Las Sagradas Escrituras nos dicen lo siguiente:
"He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí." (Isaías 12:2)
Vamos a meditar...
Debemos confiar en el Señor Dios, ¡porque Él es nuestra salvación! Sin embargo, esta confianza debe perdurar hasta el final, porque el miedo, aprovechándose de las circunstancias, intentará dominarnos y, si esto sucede, incluso si estamos caminando sobre el agua, la duda nos disuadirá de la fe. Esto fue lo que le sucedió al apóstol Pedro, como podemos leer y entender en la Palabra del Señor Jesús, que se hundió por la duda. Está escrito:
"Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?" (Mateo 14:30-31)
Pedro fue salvo porque clamó por la salvación de Aquel que es el Salvador: Jesús, el Hijo de Dios. Y tú, ¿has aceptado a Jesucristo como tu Señor y Salvador?
Si no, ora ahora, diciéndole a Dios:
Señor mi Dios y mi PADRE,
Me arrepiento de todos los pecados que he cometido en la vida;
Creo que Jesús es el Hijo de Dios y que murió en la cruz por mis pecados;
También creo, en mi corazón, que Jesús fue resucitado por Ti de entre los muertos;
Confieso y recibo al Señor Jesús, como único y suficiente Salvador de mi vida;
Te pido, Dios mío y PADRE mío, perdóname de todos los pecados que alguna vez he cometido, escribe mi nombre en el Libro de la Vida y acéptame en el Reino de los Cielos;
Oro en el Nombre de mi Señor y Salvador Jesús y te doy gracias, de todo corazón, eternamente;
Amén.
Así que, permanezcamos firmemente confiando en el Señor Dios y invoquemos el Nombre del Señor Jesús siempre que necesitemos Su ayuda.